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viernes, 30 de mayo de 2014

"Los chinos salvarán la música clásica"


El pianista francés Philippe Entremont hará un recorrido por la historia de este arte en un libro que se publicará en octubre próximo 



Una persona que lleve superada la cifra de 7000 conciertos a lo largo de toda su vida, acompañada de las más prestigiosas orquestas del mundo y junto a directores legendarios, debe tener mucho que contar, y precisamente eso es lo que piensa hacer el pianista francés Philippe Entremont en un libro que publicará en octubre. Será un repaso sobre la historia del circuito musical desde 1950, fecha en la que hizo su debut profesional, hasta la actualidad, período del que ha sido un testigo privilegiado.
De visita en Argentina, invitado por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires para su sexto concierto del ciclo 2014, se presentará en elTeatro Colón en el doble rol de director y pianista. Al finalizar su primer ensayo, hizo un breve repaso acerca de su carrera musical y su particular visión del futuro de la música.
"Recuerdo muy bien mi primer concierto como profesional, fue en Barcelona, en 1951. Allí empezó todo. Luego, cuando en 1953 debuté en el Carnegie Hall, ya nunca más paré." Así resume Entremont toda una vida dedicada a la música, en la que ha sido reconocido por sus interpretaciones de compositores de comienzos del siglo XX, así como de la era clásica y romántica.
Como director, comenzó su carrera en 1967, y ha estado al frente de numerosas orquestas de Europa y América, como las orquestas de cámara de Viena y la de Holanda, la Sinfónica de Munich, la Orquesta de Concerts Colonnes de París, la Sinfónica de Nueva Orleáns, la Sinfónica de Denver y también en Asia junto a la Orquesta de Cámara de Israel y la Orquesta Sinfónica de Shanghai.
"En este mundo, en el que tantas cosas nos dividen, la música sigue siendo algo que nos une, es un lenguaje común que todos los músicos entendemos y en el que no existen diferencias", expresó el músico.
A pesar de haberse presentado en otras ocasiones en Buenos Aires (afirma que el Teatro Colón es la mejor sala de conciertos del mundo), es la primera vez que estará al frente de la Filarmónica. El programa lo integran dos obras de Mozart: la obertura de La flauta mágica, K.620; el Concierto Nº 20 para piano y orquesta en Re menor, K. 466, y la Sinfonía Nº 5 en Si bemol mayor, Op. 100 de Prokofiev.
"Fue una sugerencia de Enrique Diemecke, su director, a quien conozco y respeto profundamente. Me gustó mucho porque son piezas que he interpretado en numerosas oportunidades. Además, amo dirigir desde el piano, se tiene un contacto muy directo con la orquesta, los músicos están muy atentos y todo sale de manera muy fluida, pero en realidad lo que más disfruto es que puedo sentarme", bromea el director cuando describe el particular desafío de dirigir y tocar a la vez, y añade: "Lo más difícil es ser director, no porque tocar el piano o el violín no lo sea, pero no es algo que se puede practicar desde casa cuatro horas al día. Dirigir requiere un talento especial, es algo que no puede aprenderse".
Se entusiasma al hablar del futuro, que divide en dos tendencias: la de los compositores y la de los intérpretes. "Hoy día no tenemos un Mozart, un Beethoven, un Brahms, un Debussy, un Ravel, hay muy pocos importantes, hasta los modernos como Shostakovich ya son pasado. Me preocupa que lo que escucho hoy en día me indica que las nuevas generaciones de compositores ven hacia atrás mucho más que hacia adelante. Por otro lado, una de las cosas más satisfactorias para mí ha sido ver el constante crecimiento de las orquestas tanto en número como en la calidad de sus intérpretes. En los últimos veinte años han dado grandes pasos especialmente viniendo de Asia. Uno de los mayores recursos que tiene la música clásica hoy en día es China, he sido testigo de su evolución y ha sido impresionante. Me atrevo a afirmar que ellos salvarán la música clásica. Si quieren buscar verdaderos artistas y talentos, miren a China".

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